Cuenta un mito indígena que a la muerte del hijo de un cacique, el muchacho fue enterrado con gran dolor por sus familiares, y que un tiempo después creció una raíz en el lugar donde se encontraban sus restos. Esa raíz fue llamada manioc, o mandioca (pues muchacho se decía manic). Fue ella la que los aborígenes transformaron en el casabe. Un poético simbolismo se expresa en este proceso: el tránsito de la muerte a la vida. La metamorfosis de una planta venenosa (la yuca amarga) en un alimento que modificó sustancialmente la vida de nuestras comunidades primigenias.
En Venezuela se asocia el cultivo y consumo de la yuca amarga a los grupos indoriginarios de la Tradición Barrancas (Bajo Orinoco) 3.000 años antes de nuestra Era, a la Tradición Ronquín (Orinoco Medio) 2.600 años antes de nuestra Era, y la Tradición Arauquín (nuevos grupos que habitan la región del Bajo Orinoco) entre 300 y 500 años de nuestra Era. En todos estos períodos se encuentran restos de rallos de piedra y también de budares.
En el Bajo Orinoco, al Este de Venezuela, las primeras evidencias sobre la utilización de esta novedosa tecnología se remontan a comienzos del primer milenio antes de nuestra Era, asociadas con los grupos humanos de la llamada Tradición Barrancas. En el Orinoco Medio aparece el cultivo de la yuca amarga, bajo la forma de mañoco o casabe, alrededor del 650 antes de nuestra Era.
Desde tiempos muy antiguos se introdujeron en el Bajo Orinoco grupos humanos provenientes de la vertiente oriental de los Andes peruanos, conocidos como la Tradición Cotoch o Chavin. Ellos aportaron a los primeros pobladores de aquella zona conocimientos de alfarería, entre otros saberes. Estas nuevas comunidades, pertenecientes a la cultura conocida como Tradición Barrancas, alcanzaron un importante desarrollo económico y social producido por el cultivo vegetativo de la yuca amarga. En el primero y segundo milenio de nuestra Era, las culturas del Orinoco se expandieron hacia la costa nororiental, gran parte del litoral central y las Antillas Menores.
Las diferentes comunidades que elaboraban el casabe utilizaron métodos y utensilios muy parecidos entre si. Existen evidencias de que en los lugares donde se producía el casabe en época anterior a la presencia europea, como en los actuales Puerto Rico, Cuba, Belice, Santo Domingo, Haití, se operaba con técnicas similares.
A lo largo del tiempo, la cultura del casabe ha pervivido en nuestras tierras casi sin modificaciones, pese a la introducción de innovaciones desde la época misma de la Conquista española hasta el presente. El material de construcción de algunos artefactos usados en el proceso fue cambiando de acuerdo a la utilización del casabe como alimento para las actividades de conquista. Los españoles en las Antillas inmediatamente adoptaron la yuca como sustituto del trigo y antes de 1550 habían introducido la “prensa de tornillo”, como un sistema más eficiente que el sebukán. Para 1648, en Brasil se había introducido el “rallo circular giratorio” de impulsión manual. Actualmente en nuestro país existe tanto la producción artesanal como la industrial del casabe.
PROCEDIMIENTO Y UTENSILIOS INDÍGENAS PARA LA FABRICACIÓN DEL CASABE.
Los indígenas Arawak confeccionaban el casabe raspando la cáscara de la yuca con un rallo de madera dentado con piedrecillas afiladas, astillas de hueso, gruesas espinas de pez incrustadas y pegadas con resina. Luego de reducir la yuca a pulpa, rallada en rallos hechos de concha de tortuga o piedra, con hendidura en el centro, ésta era introducida en el sebucán y, recibiendo presión contraria en ambos lados, era extraído el mortífero jugo llamado yare, con el cual se preparaban salsas y algunas bebidas alcohólicas, luego de ser sometido a proceso de cocción.
Una vez extraído el jugo venenoso, se tamizaba la catebía, y luego se hacían tortas redondas para ser colocadas sobre el budare ya caliente, y allí se dejaban cocer por ambos lados aproximadamente 3 minutos. Una vez lista la torta se ponía al sol o se comía fresca.
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